Entre el año 2016 y 2017, hicimos dos Ashrams, que fueron muy importantes en el proceso de la iluminación encarnada, y que fueron rayos efectivos para la era de Maestros Ascendidos Encarnados, cuyo despertar en el año de la Automaestría, fue motivo de gran regocijo y esperanza para la Cosmogonía de Maestros Ascendidos. Uno llevaba como titulo “Manifestando Nuestras Presencias Ascendidas”, y el otro fue: La Practica Consciente de Nuestra Divinidad, que a modo de conferencia, realizamos en el Salón Kieper de la Fundación Vida Consciente. Ambos Ashrams, están unificados por la Comunicación Efectiva con el Yo Soy, la presencia de Dios en nosotros.
Cuando iniciamos nuestra búsqueda de sentido de vida la ley de atracción y sincronía, prepara el terreno para que lleguen a nuestras manos los libros, las personas, los cursos y los sucesos que favorecerán nuestro proceso de comprender quiénes somos y nos recordarán que nunca estamos solos. Si estás leyendo este libro, entonces, probablemente, significa que estamos en el mismo proceso y si algo de su contenido te sirve o estimula, entonces la escritura de este libro está más que justificada.
Muchas personas a lo largo de su despertar espiritual, comienza a leer diferentes libros de crecimiento personal y espiritual, pero muy pocas se atreven a dar el salto al interior, dejar de buscar afuera (lo que se busca afuera es en el plano mental, lo que se busca en el interior es el plano del cuerpo causal). Esta iniciación es cuando definitivamente se deja de buscar afuera, y nos replegamos a nuestro interior.
Nos pasamos la vida intentando ser felices y sentirnos plenos, creemos tener la fórmula exacta para conseguirlo, pretendemos saber a la perfección qué tiene que pasar o dejar de pasar en nuestras vidas para conseguirlo. Sólo cuando comprendemos que todos nuestros esfuerzos han fracasado, nos abrimos a la posibilidad de comenzar a encontrar esa esquiva felicidad que tanto ansiamos.
Al hablar de fracaso, no me refiero a fracaso material, ni profesional, ni de pareja. Hablo del fracaso profundo que sentimos cuando nuestra alma no ha podido aún expresarse, pues no hemos podido darle a nuestras vidas un sentido que nos permita sentirnos plenos.
Una buena parte de los seres humanos, algunos más dispuestos a reconocerlo que otros, tenemos una profunda herida interna, que nos hace sentir como seres imperfectos, separados de Dios, que debemos hacer méritos para volver al “paraíso perdido”. Nos enseñaron que somos pecadores, nos contaron que fuimos expulsados del Paraíso por haber desobedecido a Dios y llevamos milenios intentando infructuosamente que Él nos perdone.
Estos textos son pequeños mensajes que provienen desde mi interior, desde mi esencia, desde mi divinidad, desde esa parte llena de sabiduría a la cual todos tenemos acceso y que hemos olvidado, estos mensajes provienen de un lugar profundo donde no hay miedo, ni deberes, donde las amarras y límites desaparecen.
En este paso de la sexta a la séptima iniciación, es donde se experimenta el salto definitivo. Todas las pequeñas iluminaciones anteriores en una cantidad de años, pareciera que se concentran en un solo rayo, en un solo momento. Acá es donde los seres que han practicado la meditación, la reflexión, se preguntan si pueden entablar un dialogo intimo con la Divinidad. Un dialogo verdadero, sin contenidos de este mundo ni menos de la corporalidad, un dialogo muchas veces sin palabras pero de una sabiduría y comprensión infinita.
Muchos lo han logrado y otros, han escrito estos diálogos almicos. Tal vez un incienso, una música suave y conectiva, o simplemente silencio, y luego de dar unas profundas inspiraciones, pedir al Ser Superior que nos de algún mensaje.
Luego, a medida de la practica, el ser puede atreverse a hacer preguntas, a escribir las respuestas. Muchas de estas practicas han terminado en grandes tratados.
Este es el Circulo de Conexión Sananda, para la iluminación encarnada. Y la banda Cristica esta ahí, vibrando para nosotros.
Somos seres de luz, sin límites ni fronteras, somos parte del Todo Universal que es Dios, estamos viviendo una experiencia terrena contenida en un cuerpo que enseña límites, a un ser que en esencia es ilimitado. Hemos escogido experimentar la magia de ser, encarnando en esta dimensión, en este planeta, en este cuerpo. Hemos olvidado temporalmente quienes somos, en un proceso de involución que va desde la grandiosidad del Ser hasta la expresión de ese mismo Ser en la materia. Aún en el olvido, sentimos nostalgia por nuestro Hogar espiritual que es el Todo. Esta nostalgia nos acompañará durante toda nuestra existencia, hasta que recordemos quiénes somos y comprendamos que en realidad nunca estamos solos.
Este ser encarnado, ha olvidado quién es y se ha constreñido a sí mismo, imaginando que fue expulsado del Hogar (Paraíso).
Siente culpa por no ser lo suficientemente bueno como para merecer retornar a su original estado de felicidad. Entonces, para defenderse de una realidad que percibe como adversa, crea capas y capas de protección en torno a sí mismo. Estas capas están llenas de miedo, culpa, rabia, frustración y nos acompañan incluso antes de nacer, están cargadas de la historia de la humanidad completa, de la cultura en la que nacemos, de las experiencias familiares, de los aprendizajes que otros nos trasmiten, de las creencias y juicios de la sociedad en que vivimos y de muchos componentes más. A estas capas que forman ilusoriamente una identidad, podemos llamarle ego.
Nos sentimos separados y abandonados en esta existencia, sin saber quiénes somos. Nos pasamos la vida definiendo y defendiendo no sólo los roles que cumplimos, sino también nuestras creencias e interpretaciones sobre cómo deberíamos ser, en un inútil intento de identificarnos con algo y poder definirnos de alguna forma. Vivimos a través de nuestro asustado ego y, como hemos olvidado nuestros orígenes, entonces pensamos que somos esa construcción que creamos.
Pero esa construcción, que en apariencia nos da seguridad, en realidad termina siendo nuestra cárcel. Cuando comenzamos nuestro proceso de despertar, esa parte nuestra a la cual le hemos dado tanta energía, inicia un legítimo proceso de defensa a modo de supervivencia. Reconocer la divinidad que habita en nosotros es el comienzo del fin del reinado del ego.
Hay muchas formas de definir al ego, usualmente el concepto “ego”, se asocia a una persona que cuenta con una inflada y falsa autoestima y hace notar su aparente superioridad ante los demás en forma altanera.
El Espíritu de la Verdad.
Existe un Espíritu en la humanidad que moviéndose dentro de toda conciencia, llama a cada “yo” consciente pensante hacia si mismo. Es el Espíritu de la Verdad, del Amor y del Bien. Cada persona, sin importar las circunstancias externas, sin importar el mecanismo de respuesta incorporado, quiere amar y ser amado. La persona que roba, la persona que mata, o la persona que se lamenta y soporta una disposición difícil, cada uno de manera secreta y a menudo desconocida para ellos mismos, anhela ser aceptado por la sociedad. El anhelo de ser bueno y la probabilidad de ser malo son universales en su manifestación en los corazones de la humanidad.
¿Por qué entonces vive la humanidad en medio de tal hambre Espiritual? ¿Qué es lo que aparta a las personas del Espíritu que está constantemente llamando y que no los deja ni un momento en paz?
En su ignorancia de su identidad Espiritual por naturaleza, la humanidad ha creado una imagen de si misma, y ha dado a esa forma creada el poder de la manifestación.
En esta lección consideraremos las formas de pensamiento que han contribuido a la imagen del ego de la humanidad, aquellas formas de pensamiento que la han aprisionado dentro de ciertos patrones reactivos y mantenida lejos del Espíritu hacia el que suspira.
La primera forma de pensamiento de la mente racial que forma parte de la vida de pensamiento individual, en mayor o menor grado, es la creada en respuesta al dolor del nacimiento. La madre sufre; a menudo llora de dolor. En algunos casos maldice y se opone al destino que le trae tanta angustia.
Pensamos que el niño es insensible a tal dolor. Que no conoce o comparte el sufrimiento de su madre.
Sus palabras no pueden tener efecto en su conciencia porque es poco más que un animal. Y en esto estamos desafortunadamente equivocados. El infante está muy despierto y sensible en su conciencia. Esa conciencia, y el cuerpo que habita, sufre un shock en el mismo acto de nacer, y añadido a ese shock está el mayor de ser el culpable de la agonía de otro. Por supuesto, tal culpa no se formula en un pensamiento en la mente del niño. El pensamiento formulado está a su alrededor, creado por la mente racial, y acompaña en mayor o menor grado a todo parto. La respuesta de la conciencia recién nacida al estado emocional de la madre abre una puerta a la entrada de la forma de pensamiento racial. Establece su residencia en el inconsciente profundo del niño. Aquí por tanto se encuentra el pensamiento-semilla sobre el que se construye la identidad: la piedra de toque para la construcción de la imagen del ego.
A medida que la conciencia recién nacida crece en el niño muy pequeño, rápidamente queda identificada con su entorno, en particular con la condición emocional de aquellos con los que está en constante contacto.
No le lleva mucho tiempo al niño para añadir, una tras otra, muchas formas de pensamiento raciales a su imagen del ego. Aunque llevaría volúmenes para clarificarlas todas y no tenemos sino un corto espacio, podemos sin embargo reconocer las grandes connotaciones de lo que sucede aquí.
Consideren el estado emocional de la mayoría de las personas. Consideren la imagen del ego compartida por la mayoría de las familias. ¿Qué piensan de si mismos? ¿Se consideran como hijos de Dios heredando la Divinidad de Dios? Muchas de las culpas y los llamados “pecados de los padres” son infligidos sobre los niños de esta manera, mediante la transferencia de la imagen del ego familiar.
Al mismo tiempo, al joven hijo o hija se le está constantemente recordando su culpa original. Ven a su madre cada día. A menudo la disgustan y tiene que observar el dolor de ese disgusto. Se les dice frecuentemente que son malos o malcriados. Algunas veces su madre cae enferma. ¿son también culpables de esto, también? En lo profundo de su subconsciente, la culpa trabaja para responder sí.
Es de lo más desafortunado para esos niños cuyas madres murieron en el parto o durante los años tempranos de la vida del niño. Porque muchas de estas culpas se hacen tan grandes que perturban la apariencia externa o la razón, y más tarde en la vida el hombre o la mujer enferman psíquicamente.
La siguiente forma de pensamiento que se construye en la imagen del ego del niño llega de manos de la religión. Aún cuando todos lo seres humanos tenemos una gran necesidad de religión, en occidente hemos sido lamentablemente negativos al enseñarla.
Matrimonio Sagrado: Hijos Benditos.
“Sean perfectos, como su Padre en el cielo.”
Tal perfección surge no de la culpa sino de la comprensión de la ley de Dios; de una comprensión del Amor, la belleza, la armonía y la bondad. Uno debe tener fe en si mismo como un Cristo-niño de Dios para conocer y comprender y personificar la naturaleza de la perfección.
¿Por qué odiamos, cuando queremos tan desesperadamente amar? ¿Por qué roba una persona, o mata? ¿Cuál es la causa del comportamiento criminal?
Es el “estado de conciencia” interno el que conforma la imagen del ego, porque la imagen del ego es lo que uno piensa de uno mismo. “De acuerdo a lo que un hombre piensa de si mismo, así es”. Han dado a esa forma construida el poder de la manifestación, así que controla su respuesta. Si en la profundidad de su corazón piensan que son un asesino, es probable que maten cuando esa poderosa forma responde al estímulo externo. Puede qu no lo quieran, pero es lo que piensan que son.
¿Cómo podrían por tanto ser otra cosa? Pero todas las personas son hijos de Dios, y está escrito que “Brille la Luz en la oscuridad”.
Que la Luz de la comprensión ilumine tanto las zonas oscuras de su conciencia que la vieja imagen del ego se disuelva en nada. Reemplácenla con la imagen y semejanza de Dios que es el Cristo, y que brille la Luz en la oscuridad.
“Yo Soy Ese Yo Soy.”
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